Obba es un Orisha y representa el amor reprimido y el
sacrificio por el ser que uno ama, el sufrimiento y simboliza la
fidelidad conyugal. Está relacionada a los lagos y las lagunas.
Junto con Oyá y Yewa habita en los cementerios y representan a
guerreras temerarias. Ella, a diferencia de Yewá que vive dentro
del féretro, custodia las tumbas.
Obba es la Orisha del río que lleva su nombre, originaria de la
tierra Takua, aunque su culto se extendió por la tierra de Òyó y
Tapa. Su nombre proviene del Yorùbá Òbbá (Òbè: sopa – Obá:
rey), literalmente “La de la sopa del rey”. No se recibe como
Orisha tutelar a sus hijos se les hace Oshun con Oro para Obba,
como Orisha de adimú se recibe con el tiempo por su carácter
ermitaño y emocionalmente inestable. Sus otá son 9 claras y en
forma plana semejantes al contorno de una oreja.
En el sincretismo se compara con Santa Catalina de Palermino
(25 de Noviembre) y con Santa Rita de Casia (22 de Mayo). Su
número es el 9 y sus múltiplos. Su color es el rosa o lila. Se
saluda ¡Obba Naní!

Familia de Obba:
Hija de Obbatala y Yembó, hermana de Oyá y Yewa, amante de
Shango por él se quitó una oreja y fue por esto desterrada,
luego se fue para el monte y posteriormente vivió en soledad
en el cementerio. También tuvo amoríos con Oggun, a quien le
entregó el yunque y este le enseño a guerrear.

Diloggún en Obba:
Habla en el diloggún por Eyeunle tonti Oshé (85), Oshé tonti
Eyeunle (58), Eyeunle (8) y Osá (9).

Herramientas de Obba:
Su receptáculo es una sopera de losa color rosada con flores.
Sus atributos son yunque de madera, puñal, espada, una mano
de caracoles, escudo, dos llaves (una en su sopera y otra en la
de Oshun), careta, timón o rueda dentada, libro, coraza, dos
manillas torcidas, oreja, todo esto de cobre. Sus Elekes se
confeccionan con 8 cuentas rosas, 1negra, 8 lilas, 1 negra, 8
amarillas y 1 negra.

Ofrendas a Obba:
Se le ofrenda ñame crudo, los animales que se le inmolan
crudos untados con manteca de corojo, uva, ciruela, cascarilla,
manteca de corojo, etc. Se le inmolan chivo capón, gallina,
gallina de guinea y paloma. Sus Ewe son avellano de costa, uva
caleta, caoba, caobilla, castaño, ciruela y ébano caponero.

Objetos de poder de Obba:
Cinco brazaletes de oro como Oshun.

Trajes de Obba:
Obba se viste con un vestido rosa o lila y la cabeza cubierta con
un pañuelo del mismo color.

Bailes de Obba:
Obba no puede bailar. Se hacen bailes en su honor ya que esta
no baja. En su baile se pone a alguien en el centro del circulo de
bailadores con una mascara mientras se imita a que se le está
dando latigazos, mientras el coro canta.

Kari-Osha de Obba:
Para coronar este Osha debe haber recibido antes a los Orishas
guerreros. Luego durante la coronación se deben recibir los
siguientes Oshas y Orishas.
Elegguá, Oggún, Obbatalá, Oke, Yemayá, Shangó, Ogué, Oshún,
Oyá y Obba.
Características de los Omo Obba:
Las mujeres son valerosas e incomprendidas, con rasgos
masculinos. Pasan por experiencias sentimentales amargas.
Muy celosos. Son de obtener triunfos materiales y las mujeres
de ser feministas profetas y/o militantes.

Patakies de Obba:
El padre de Obba le dijo que ya era tiempo de escoger marido, y
que tenía que encaminar su vida, pues sus enseñanzas habían
sido productivas y que él la quería ver feliz. Shangó y ella se
conocieron, y al momento surgió una atracción, un amor
majestuoso, profundo. Aunque él vivía con Oyá, una mujer de
recia personalidad muy parecida a la de él, Shangó sabía que
los atributos, beneficios y cualidades que aportaría Obba a su
matrimonio harían del suyo un reino aún más poderoso. Al
principio, su unión fue feliz. Shangó dejó sus andanzas con Oyá
y se dedicó por entero a Obba. En su palacio se respiraba
bondad y tranquilidad. Obba bajaba todas las mañanas al río
para encontrarse con su hermana Oshún, y las dos se contaban
sus pequeños secretos, mientras se bañaban en las dulces y
cristalinas aguas, con sus pececitos de colores y sus chinas
pelonas. Por momentos, eran como apariciones veladas en el
arco iris de las cascadas.
Oyá, desde lejos, las veía y no podía contener la envidia, porque
esa mujer tan bella y, por añadidura, hermana suya, había
logrado lo que ella nunca había alcanzado con sus encantos y
hechicerías: casarse con Shangó. Caviló mucho cómo
reconquistar el amor de Shangó, quien con sus recuerdos no la
dejaba tranquila. Y acostada bajo un jagüey milenario, tuvo el
sueño fatídico de la venganza. En espíritu, se trasladó a la
morada de los ikú y los eggun, y, en el desierto cementerio,
donde el viento hacía silbar las copas de los árboles y se oían
los chirridos estridentes de las aves de rapiña, encontró Oyá la
solución para reconquistar el amor perdido y descansó por
primera vez en muchos días.
A la mañana siguiente, fue al encuentro de sus hermanas en el
río; conversó y se divirtió con ellas, y ganó la confianza de
Obba, tan ingenua y dulce. Sin embargo, no engañó a Oshún,
quien, recelosa, alertó a su hermana sobre la extraña conducta
de Oyá, pero Obba no le prestó oídos. Con frecuencia, Oyá le
daba a Obba recetas de las comidas favoritas de Shangó que la
joven, diligentemente, cocinaba para su marido. Hasta un día,
en que lo único que tenía Obba era harina de maíz. Oyá le dijo:
“No te apures, que vas a resolver como hice yo una vez. Te
cortas la oreja, se la preparas con el maíz y la sazonas con todo
tipo de hierbas”. Ese día, Oyá llevaba puesto un pañuelo de
nueve colores que le tapaba las orejas. A Obba, le pareció muy
raro, pero en su afán por complacer a su hombre, se apresuró a
cortarse la oreja, y preparó con ella un delicioso caldo de maíz.
Cuando Oyá vio acercarse a Shangó se convirtió en una
centella. En su felicidad sin límites, arrasó con su fuego parte
de los bosques.
Al llegar Shangó a su palacio, encontró la mesa lindamente
servida, con profusión de flores rojas como la sangre. Abrazó a
su mujer y le preguntó qué había de comida, pues traía un
hambre atroz. Obba le sirvió su plato favorito, el cual él comió
con gusto, aunque sin dejar de observar a su mujer, a quien
encontraba distinta. Al percatarse de que Obba llevaba un
pañuelo, cosa que nunca usaba, pues a Shangó le encantaban
sus trenzas largas y su cabello sedoso, le pidió que se lo
quitara. Al verla sin una oreja, tembló de rabia, pues él, perfecto
en su belleza, no consentía a su lado a una mujer imperfecta.
Obba comprendió entonces el engaño de Oyá. Shangó, echando
fuego por los ojos, la abrazó por última vez, y le dijo que ella
seria su única y verdadera mujer, pero no tendrían más
relaciones, si bien la respetaba por su sacrificio y siempre sería
la primera entre todas.
Obba, avergonzada, pero reina entre las reinas, visitó a su
padre Obbatalá y, mientras caminaba hacia su palacio, sus
lágrimas brotaban inconteniblemente, dejando a su rastro un
río caudaloso, que arrasaba con todo a su paso, al despeñarse
entre rocas y árboles. Los jagüeyes, las ceibas, las palmas y las
ácanas se arqueaban para saludar las lágrimas vertidas por el
corazón desgarrado de Obba.
Obbatalá, al contemplar a Obba que le agradecía cuanto le
había otorgado con sus dones divinos, comprendió la traición
de Oyá y la gran decepción de Obba, quien no comprendía las
falsedades humanas. Por ello, le concedió lo que le pedía su
hija: “Quiero irme a donde nadie pueda verme. Quiero la
tranquilidad de lo no existente, quiero vivir con los muertos,
con los espíritus, con quienes no me puedan hacer ningún
daño. El cementerio será, de ahora en lo adelante, mi ilé (casa)
Agradeció otra vez a su padre y fue a despedirse de su hermana
Oshún, quien recibía en su río revuelto el afluente del de las
lágrimas de Obba. Las dos hermanas se unieron más que
siempre, se formó un gran remolino en el cual Obba se trasladó
del mundo de los vivos al mundo de los muertos, y dejó a
Oshún, quien en lo adelante seria la única que podría
comunicarse con ella, encargada de sus asuntos en la tierra de
los Orishas.
Obbatalá, para que Obba pudiera vivir en paz en su nueva
morada, le entregó un puñal de fino acero con empuñadura de
madera ricamente adornada en oro, plata y piedras preciosas;
un barquito pequeño para que se trasladase donde quisiera;
una brújula con los cuatro puntos cardinales, de los cuales
seria dueña absoluta; una coraza o escudo como protección
contra todos los males; una careta para esconderse tras ella y
evitar ser molestada; un libro en representación de sus
conocimientos y enseñanzas, y una catalina, símbolo del poder
divino. Todos ellos estaban hechos de madera de ácana, muy
dura, útil contra todos los maleficios y maldiciones. Desde ese
momento, los amarres, las brujerías y los conjuros mágicos
hechos a través de Oshún no se desatarían jamás. Obba vivió
feliz, pues sabía que ella era la única y verdadera esposa de
Shangó y nadie podría ocupar su lugar en el reino de los
Orishas.

**Tomado del libro: Lukumí para todos


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